Santa Úrsula fue, en épocas prehispánicas, lugar de residencia del Mencey de Taoro, Bencomo. En estos primeros asentamientos de carácter aborigen, (concretamente en la zona de La Quinta Roja, Barranco de La Cruz, Barranco Hondo, acantilado de Acentejo), se localizaron numerosos restos, lo cual demuestra que fue un importante foco de población aborigen. En la zona costera existen aún gran cantidad de yacimientos prehistóricos, que se conservan gracias a la dificultad para acceder a los lugares donde están situados.

Al no ser un territorio con tierras excesivamente fértiles, Santa Úrsula no fue un lugar especialmente codiciado tras la conquista, siendo sus terrenos repartidos entre personajes de bajo rango. Así mismo, queda reflejado en 1496, cuando Alonso Fernández de Lugo, tras la conquista y en virtud de los poderes que le fueron concedidos, procede al reparto de tierra, pero receloso de los pequeños grupo de aborígenes alzados, cuida de situar a Acentejo y Valle de La Orotava a numerosos naturales de Canaria, así como, a su personal de confianza o que formaron parte en la tropa conquistadora. Por otra parte, tenía el pensamiento de que los miembros del pueblo derrotado, los guanches, tan sólo servía de esclavos, y era incapaz de reconocer que, ya había pagado, con el único derecho de dejarles vivir, creyendo correcto su proceder. En el año 1518, los aborígenes pueden desenvolverse con libertad y normalidad cuando el procurador Juan de Armas logra de la reina Doña Juana una cédula, autorizándoles a residir en el lugar de la isla que desearan.

Tras la conquista, las tierras del municipio se dedicaron a los cereales y a la vid, complementándose a partir del siglo XVII con la papa. La uva fue el cultivo más destacado en el municipio, sobresaliendo la variedad de malvasía, que daba un caldo, que fue exportado hacia otros países como Inglaterra, suponiendo una inyección económica en el municipio de vital importancia, sobre todo durante el siglo XVI.

Desde 1587 hay noticias parroquiales y constancia de la vid y la malvasía. Viera y Clavijo, cuando se refiere a Santa Úrsula cita: “Está a media legua de La Victoria y cuatro de La Laguna. Lugar poco arruado, territorio sano, alegre, despejada, muchas heredades de viñas, agua excelente llamada de Chimaque, árboles frutales de toda especie. La iglesia es muy aseada (…). Tiene tres ermitas: San Luis, en El Calvario, San Bartolomé, en La Corujera y San Clemente, en el Malpaís”.

Como consecuencia de este desarrollo económico, Santa Úrsula, eminentemente rural, tuvo un progreso vinculado a las haciendas de San Clemente, San Luis y La Quinta Roja, las cuales, en cierto modo, condicionaron el crecimiento económico y socia. Fueron sus vinos el producto estrella de esta zona y aún, en nuestros días, los caldos de la comarca siguen teniendo una gran importancia, contando con una denominación de origen propia, Denominación de Origen Tacoronte – Acentejo y una diversidad de bodegas, a lo largo de todo el municipio.

Las primeras aglomeraciones urbanas se asocian a los espacios con mayores recursos naturales, tanto para los cultivos como para el ganado, además de la propia cercanía a los manantiales de aguas, siendo básicos para la población allí asentada. Podemos comentar que los primeros núcleos fueron La Corujera, El Farrobillo, Tosca de Ana María y El Cantillo. Éstos tenían un marcado carácter rural viéndose favorecidos por la cercanía del llamado Camino de Los Guanches, que servía de conexión con otros núcleos.

Durante el último siglo, el desarrollo urbano del municipio ha estado condicionado por la construcción de la carretera comarcal, provocando un crecimiento bien diferenciado: el sector bajo de medianías y el propio al margen de la carretera comarcal.

El pujante cultivo de los viñedos, que emplea a numerosísimas personas, decrece a tal ritmo, que antes de mediados de la centuria, los mismos se ven casi exterminado, sin que, los de la papa y cereales logren suplirlo. Por otra parte, la paulatina reducción de las áreas de pastoreo obliga a los cabreros a abandonar antiquísimas costumbres y usos comunes. La producción de la cochinilla introducida tardíamente, no resuelve la profunda crisis del momento y del lugar, donde las huellas de las epidemias, plagas, aluviones y huracanes, como el sufrido en 1852, son muy notadas en el desarrollo irregular de la demografía.

La segunda mitad de la centuria, siglo XIX, se caracteriza por un crecimiento continuado y el cultivo de la cochinilla, que crea una mejora de vida.

Este municipio ha vivido siempre a la sombra de otros más importantes como La Orotava; ha sido lugar de paseo para quienes venían desde la isla baja hacia Santa Cruz. Quizás estos sean los motivos por los que su patrimonio histórico no ha tenido especial relevancia.

No menos importante y bastante relevante para un mejor entendimiento de la historia de Santa Úrsula, como de las rivalidades con el municipio vecino de La Orotava es el Problema de Jurisdicción.

A principios del siglo XVII, se crea el curato de Santa Úrsula y con su creación se piensa delimitar claramente los límites, pero éstos no son bien interpretados por los rectores de las iglesias de La Orotava y Santa Úrsula. Aún así, en la siguiente centuria, siglo XVIII, no se logra resolver estas diferencias por los contradictorios y deficientes informes.

El tema preocupa tanto a los organismos civiles como eclesiásticos. El cabildo lagunero, con anterioridad a 1779, ya había pretendido averiguar y fijar con exactitud los linderos del monte. Sin embargo, las informaciones siguen pecando de imprecisas, incluidas las de finales de siglo y principios del XIX.

La problemática mayor se centra en la línea divisoria con La Orotava, cuestión que pretende resolverse entre 1844 y 1846, a pesar de la pasividad del Ayuntamiento de la Villa, denunciada por la alcaldía de Santa Úrsula a la autoridad superior, que apremia a los orotavenses a fijar fecha para iniciar los necesarios trabajos de revisión de la misma. Comunican al municipio de Santa Úrsula estar dispuesto el 31 de agosto de 1846.

Los comisionados elaboran sus respectivos informes y el gobierno de la provincia, deseoso de solventar la polémica, solicita del Ayuntamiento de Santa Úrsula, (7 de febrero de 1847), el envío de un plano no incluido en el expediente de la división, que se ve imposibilitado a remitir, por un lado, por carecer de personas capaces de llevarlo a cabo; y por otro lado, por el consecuente incendio en 1843 del archivo municipal, lo cual impide aportar nuevas pruebas documentales, basándose la defensa en apuntes referenciales a la demarcación de la parroquia, conservados en el antiguo templo de San Pedro (El Sauzal). De este modo, se ven imposibilitados a acreditar fehacientemente por escrito, así como, por las dificultades de contrarrestar las valiosas influencias políticas de La Orotava, que aseguran usurpar el pago del Rincón.

La Orotava trata de hacerse con esta zona. Santa Úrsula cuenta, además, con el obstáculo de carecer de documentos justificativos. Sus representantes, en 1889, reconocen haber podido aportar como documentos justificativos el reparto de paja y utensilios, en el que consta que los primitivos de esas fincas eran contribuyentes de este municipio.

En cumplimiento de un real decreto del 30 de agosto de 1889, y después de haber estudiado el tema, el 27 de febrero de 1897 se reúnen en Tamaide, junto al barranco de El pinito las comisiones de ambos ayuntamientos para llevar a cabo el deslinde. El alcalde de La Orotava, Antonio María Casañas, muestra a los comisionados de Santa Úrsula y al alcalde de la misma, Domingo León y Mirabal, la documentación acreditativa de la línea divisoria de ambas jurisdicciones. Los representantes de Santa Úrsula por unanimidad muestran su conformidad y aceptan la línea divisoria, abandonando el curso natural del Barranco de El Pino.

Unos días después, el 5 de marzo de 1897, la corporación orotavense informa de las características del deslinde, siendo en Santa Úrsula también aceptado. Esta decisión traerá unos días más tarde voces disconformes, que obligan a las autoridades de la Villa, (el 4 de octubre de 1901), a aclarar el límite Este.